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La psicóloga Almudena Fernández Ayensa habla sobre los efectos del apego en el desarrollo infantil.

El modo en el que interactuamos con el entorno y con los demás, así como la manera en la que el mundo exterior interactúa con nosotros, es un factor clave para entender cómo nos desarrollamos durante la infancia.

Y es que en los primeros años de desarrollo somos muy sensibles a lo que nos ocurre, y también al tipo de relaciones que establecemos con los demás. Un ejemplo de esto es el apego infantil, un fenómeno psicológico determinante en el modo en el que nos vamos desarrollando y nos convertimos en adultos. Para hablar sobre este tema, hemos entrevistado a la psicóloga Almudena Fernández Ayensa.

Entrevista a Almudena Fernández Ayensa: el apego y su importancia en el desarrollo infantil

Almudena Fernández Ayensa es psicóloga sanitaria experta en la atención a adultos, niños y adolescentes, y atiende en su consulta de Alcobendas y también de manera online. En este caso nos habla de uno de los fenómenos más importantes en el ámbito de la Psicología del Desarrollo: el apego desarrollado durante los primeros meses de infancia.

¿Cómo definirías lo que es el apego establecido durante la infancia?

El apego es el tipo de relación que establece el niño con cuidadores principales; generalmente suele ser la madre.

Este vínculo es muy importante, ya que condiciona la personalidad futura del niño, y cómo van a ser sus relaciones de futuro. La etapa que más influye en la futura personalidad, son del embarazo a los tres años, que es cuando el niño es más dependiente y su cerebro está en formación, pero a cualquier edad es muy importante cuidar el apego con nuestros hijos para revenir problemas futuros.

¿Por qué la relación que se crea entre el bebé y sus padres es importante para su desarrollo?

Los tres pilares fundamentales del apego son, en primer lugar, dar seguridad a nuestros hijos, que sientan que estamos detrás de ellos, protegiéndoles, y que ante cualquier problema que tengan, si nos piden ayuda, responderemos. De esta forma el niño aprende a sentirse seguro, lo que le ayuda a aceptar riesgos controlados y a pedir ayuda.

Otro pilar importante es ayudarle a explorar, no sobreprotegerle. El niño aprende experimentando, debemos dejar que intente hacer las cosas por sí mismo y solo ayudarle cuando nos lo pida. De esta forma aumentará su curiosidad, pensamiento reflexivo, su tolerancia a la frustración y su autoestima. Nada te hace sentir más orgulloso que haber superado un reto.

Por último , entenderle y conectar con él, tanto a nivel de pensamiento como emocional. Debemos crear un clima de confianza, de forma que el niño se sienta seguro para contarnos las cosas que le pasan y les preocupan. También ayudarle a entender y regular sus emociones, ya que los niños no nacen con esta capacidad, sino que es algo que aprenden de sus padres. De esta forma será en el futuro una persona más sana psicológicamente, aprenderá a confiar en los demás y será mas abierta y tolerante en sus relaciones, al haber crecido sin ser juzgado y con unos padres empáticos.

¿Cómo se relacionan el trauma basado en experiencias de la infancia, por un lado, y el apego surgido en la interacción con la familia, por el otro?

Recientes investigaciones demuestran que están muy relacionados. En este sentido, hay cuatro tipos de apego.

El apego seguro aparece cuando el niño crece en un entorno de cariño y seguridad sin sobreprotección; normalmente son personas que no tienen problemas psicológicos en la adultez, a no ser que hayan sufrido alguna experiencia traumática, como accidentes, catástrofes ectopias, y aún así tienen más recursos y las superan con más facilidad que personas que no hayan crecido en un entorno cercano y seguro.

El apego desorganizado se da cuando el niño ha sufrido algún tipo de maltrato, físico o psicológico, abuso, abandono o intrusión; hay una posibilidad de más del 80% que de adulto este niño desarrolle algún tipo de patología.

Luego está el apego ansioso, que se da con padres muy preocupados, que tienden a sobreproteger sus hijos; de adultos van a tender a la ansiedad, el mundo les va a parecer peligroso, serán más inmaduros que los de su edad, y tenderán más a la dependencia.

El apego evitativo se caracteriza por darse al tener unos padres fríos y distantes con sus hijos: les prestan poca atención, sobre todo emocional, se centran sobre todo en resultados. Son poco empáticos. Sus hijos tenderán a la hiperexigencia, tendrán con frecuencia problemas de ansiedad a no saber regular sus emociones y depresión cuando no consigan sus metas.

Como psicóloga, ¿has visto muchos casos en los que el apego formado en la infancia explica parte de los problemas que afectan a pacientes ya adultos?

Sí, casi la totalidad de mis pacientes tienen problemas con el apego recibido en su infancia, esto les influye muchísimo en la forma que tienen de ver el mundo, y en sus relaciones actuales, con sus hijos y sus parejas.

Algunas personas piensan que el apego que recibieron no se puede cambiar, y que la forma en que les trataron sus padres no tiene solución. Pero esto no es cierto, el apego recibido se puede reparar, por muy mal que lo hayan hecho nuestros padres. De esta forma evitaremos dar un mal apego a nuestros hijos.

¿Es habitual que los pequeños que no han desarrollado un tipo de apego adecuado puedan superar por ellos mismos, sin ayuda psicológica profesional, los problemas que les salen al paso debido a esto?

Sin ayuda profesional , no lo creo. Se puede reparar el apego, pero es un trabajo que requiere esfuerzo y constancia y trabajar, siempre que sea posible con todo el contexto del pequeño: padres, colegio, además de con el niño, por supuesto.

Si no se trabaja, normalmente los problemas se agravan con el tiempo, y es una pena, ya que con niños es mucho más sfácil conseguir buenos resultados, y podemos evitarles muchos problemas futuros.

¿De qué manera se puede trabajar desde la psicoterapia para ayudar a las personas que han desarrollado patrones de apego disfuncionales?

La técnica que yo utilizo es El circulo de seguridad. Esta técnica ayuda a los padres a identificar las necesidades de sus hijos y satisfacerlas, de forma que al ser nosotros más eficientes entendiendo a nuestros hijos, estos se se portan mejor, se muestran más seguros y felices y la relación con ellos mejora. También enseñamos a los padres a poner límites, y a ayudar a los chicos a regular sus emociones.

Con adultos empiezo identificando por su historia los posibles fallos que han cometido los padres con ellos, esto es, si han tenido padres ausentes, exigentes, muy críticos, poco afectivos…

Después, con la terapia EMDR, voy reparando los recuerdos disfuncionales que han dado origen a los problemas actuales al mismo tiempo se van instalando recursos que la persona no ha podido aprender en su infancia al no tener modelos adecuados, como habilidades sociales o regulación emocional. De esta forma el paciente puede llegar a tener un modelo de apego seguro adquirido, y en el futuro afrontará los problemas con más recursos y de otra forma más segura.